VISITA A LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA

Sección de la antigua biblioteca de Alejandría Bugardan

Efectivamente, lo que vemos en esta estampilla emitida por el servicio postal egipcio en 2002 es lo que pudo haber sido una sección de lo que, según el artista egipcio Bugardan, era uno de los tesoros más invaluables del mundo antiguo. Un lugar donde se almacenaba algo que el ser humano ha sobreestimado y que  vale más que cualquier otra cosa en el mundo: el conocimiento.

En la actualidad, de la biblioteca de Alejandría ya no quedan más que ruinas, recuerdos y un endeble deseo de reconstruir su vieja gloria. Pero en su época,  la biblioteca de Alejandría en Egipto fue el centro de investigación donde trabajaron las mentes más privilegiadas del mundo antiguo y hoy, con ayuda de nuestra imaginación viajaremos en espacio y tiempo, a la época en que este gran centro del saber estaba en su climax, años de gloria donde los ptolemaicos, por ejemplo, trataban de dar un formato a nuestro universo, mediante la difusión de conceptos, conocimientos y descubrimientos científicos que desaparecieron y que, en algunos casos revivieron, mientras que en su gran mayoría se perdieron para siempre.

Parece que la parte que vemos en la estampilla es la única que sobrevive en la actualidad, como una parte de las ruinas de la legendaria biblioteca, claro. Se trata de un sótano ubicado bajo lo que pudo ser el anexo de la biblioteca, un lugar que funcionó como templo y luego fue dedicado a la ciencia. Pero lo importante es que lo que hoy es un vetusto y arruinado sótano, alguna vez pudo haber sido el lugar donde se almacenaron en estanterías que hoy lucen enmohecidas y a punto de colapsar, los conocimientos de Arquímedes, Herón, Hipatia y otros neoplatónicos, de los socráticos, los ptolemaicos y de vivaces practicantes del zoroastrismo. No obstante, la biblioteca de Alejandría fue el cerebro de una gran ciudad, tanto que fue considerada la más grande del planeta, más no por su tamaño, mancha urbana o extensión territorial o poblacional, sino por la prosperidad que logró en determinado momento, bajo el liderazgo de su fundador: Alejandro Magno.

Alejandro Magno

Podemos viajar en el tiempo y el espacio y llegar hasta la Alejandría de aquellos años, asombrarnos con la belleza de su legendario faro y luego visitar la biblioteca y dejarnos llevar por el encanto del conocimiento que nos haría desear el no dejar ese lugar. Seguramente, sería difícil de comprender el hecho de que ahí inició nuestra aventura hacia el espacio, pero así fue, porque prácticamente toda la ciencia del mundo antiguo estuvo confinada en las paredes de mármol de la propia biblioteca, en cuya sala principal debió haber un mural de Alejandro Magno, según se piensa.

Pero la biblioteca no solo fue eso, sino también centro de estudios, pues ahí estudiaban todo el cosmos. Ahora bien, cosmos es una palabra que proviene del griego κόσμος que significa orden del universo, en cierta forma es lo opuesto al caos e implica una profunda conexión entre todas las cosas y  la forma compleja y sutil en que el universo está formado era lo que se estudiaba en Alejandría.

Eratóstenes fue uno de tantos científicos que dejó su obra en Alejandría, pero, por alguna razón desconocida, se cree que la obra de su contrario Hiparco fue mayor en cantidad que la del propio Eratóstenes, dentro del catálogo de la biblioteca. Ahí se encontraba una réplica del mapa de las constelaciones de Hiparco y también las mediciones que este hizo, para determinar la duración de 24 horas de un día entero, así como su medición de la distancia existente entre la tierra y la luna que, según Ptolomeo fue la más precisa de la época y se realizó entre el 147 y el 127 a.C.

Hiparco y su modelo terrestre

También, las obras básicas de la geometría euclidiana en las que se sistematizaba el uso de la geometría en general pertenecían al acervo de la gran biblioteca. Gracias a ellas, la humanidad supo que realmente no había un camino fácil para la geometría, pues había que crearlo.

Detalle de Euclides en La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio

Dionisio de Tracia, el hombre que definió las partes del lenguaje como sustantivos, verbos, etc. En cierta forma, hizo lo mismo que Euclides con la geometría. Sin embargo, lo más importante es que, aparentemente fue Dionisio de Tracia  el primero en hacer un donativo en vida para el acervo de la biblioteca, pues este, principalmente se componía por copias de libros confiscados en los puertos de Alejandría o que provenían del legado de algunos eruditos que, para la época ya habían fallecido.

No puede decirse lo mismo de Herófilo, el fisiólogo de Caledonia que, prácticamente hizo todos sus trabajos más importantes dentro de las áreas de investigación práctica de la biblioteca y nunca dejó que las conclusiones saliesen de ahí. Él fue quien ubico la inteligencia en el cerebro como y refutó la teoría que establecía que el corazón era de donde provenían la inteligencia y las emociones humanas. Afortunadamente, su mejor alumno, Erasistrato, no obedeció del todo a su maestro y logró sacar de la biblioteca algunas de sus obras maestras y así, sin saberlo, rescatarlas de las llamas que se produjeron durante la destrucción de la biblioteca.

Relieve de Herófilo de Caledonia

Arquímedes, el genio de Siracusa que era considerado el gran genio de la mecánica, hasta que Leonardo Davinci lo destrono, también dejó todo su legado intelectual en la Biblioteca de Alejandría. Así como también lo hizo Ptolomeo, quien recopiló mucho de lo que actualmente es considerado una ciencia falsa: la astrología, incluyendo obras cuyo tema es el geocentrismo.

Ptolomeo y el egocentrismo

Su teoría geocéntrica perduró durante 1500 años e incluso se cree que Aristarco e Hipatia intentaron refutar esta teoría, pero finalmente fue Copérnico quien lo logró con su modelo heliocéntrico de 1543. Esto demuestra que la brillantez intelectual es compatible con la equivocación absoluta y con vivir en ella por mucho tiempo.

Pero ya que he mencionado a Hipatia, creo que vale la pena hablar de ella porque se ha hablado muy poco, se conoce muy poco su trabajo y es una neoplatonica cuyo trabajo también perteneció al acervo de la biblioteca. Pero antes, cabe destacar que hablar de Hipatia es un riesgo para mí, porque realmente conozco muy poco de su trabajo, puede haber una tendencia feminista errónea y lo que diga puede ser equivocado, ya que las fuentes existentes también pueden incurrir en el error. Además, no encontré material filatélico que realmente se refiera a ella, más que un fragmento de la obra  La escuela de Atenas de Rafael, donde ella aparece junto a Parménides, Pitágoras y uno de sus alumnos, Averroes y Heráclito.

Detalle de Hipatia, Averroes, Pitágoras, Parménides y Heráclito en La Escuela de Atenas  de Rafael Sanzio

Hipatia fue astrónoma, matemática y la última luz de conocimiento que vio la Biblioteca de Alejandría. Además, fue la cabeza de la Escuela Neoplatonica de Alejandría a comienzos del siglo V d.C. y seguidora de Plótino, decidio cultivar los estudios lógicos y las ciencias exactas llevando, al mismo tiempo, una vida acética, es decir, privada de los placeres mundanos y materiales para purificar su espíritu y ejercer la virtud libremente.

Presuntamente, en sus trabajos, intentando explicar las estaciones del año, refutaba el geocentrismo, establecía las bases del heliocentrismo y calculó que la forma de la órbita terrestre era elíptica. Sin embargo, aparentemente, ese trabajo que Hipatia realizó en uno de los diez grandes laboratorios de investigación que estaban a la salida de la gran sala de la biblioteca, nunca vio la luz, porque, en marzo del 415 d.C. Hipatia fue asesinada, desollada,  descuartizada por una horda  fanáticos protocristianos, quienes veían en ella un objeto de adoración para los neoplatónicos o consideraban que Hipatia era una infiel que adoraba la ciencia como una deidad y decidieron incinerar sus restos, así como su trabajo.

Y ya que hablé de los diez laboratorios de investigación, vale la pena resaltar que La Biblioteca de Alejandría también tenía fuentes, columnas, jardines botánicos e incluso un zoológico con animales provenientes de la India y el Sahara. También había un laboratorio de anatomía y un observatorio astronómico, pero, sin lugar a dudas, el tesoro de la biblioteca era su colección de libros.

Los bibliotecarios eran designados por el gobernante en turno y fueron diez, a lo largo de toda la historia de la biblioteca. Todos ellos estuvieron a cargo de diversos equipos de organizadores que tenían órdenes expresas de buscar libros de todas las culturas y lenguas del mundo antiguo. Se enviaron emisarios a varias partes del mundo para comprar bibliotecas privadas enteras y también a las diferentes aduanas y puertos de Alejandría; estos tenían la misión de revisar cada carreta o barco que arribase a la ciudad, con el fin de confiscar rollos de papiro o libros que iban a ser copiados y después devueltos.

Faro de Alejandría

Las copias que se hacían de los libros confiscados solían apilarse y ser llamadas Libros de los barcos, pero este detalle romántico ha traído de cabeza a historiadores y arqueólogos, pues al no existir un catálogo o registro del acervo, no se tiene una cifra exacta de cuantos libros o rollos de papiro albergaba la biblioteca. Solo hay estimaciones que indican que la biblioteca de Alejandría pudo haber albergado más de un millón de papiros en su momento de máximo esplendor.

Las fibras de la planta de papiro que se cosechan en Egipto son la materia prima con la que se elabora, precisamente el papiro, un material más noble y mucho más fácil de preservar con el cual también se elaboraban los rollos para la escritura. A diferencia de la biblioteca de Pergamo donde se prefería el uso y se había desarrollado la técnica para fabricar pergaminos de piel animal, en Alejandría se prefería el papiro egipcio.

Papiro egipcio

Qué fue de esos papiros y ese millón de rollos que formaron el acervo, si solamente se salvó un pequeño porcentaje de las obras y del resto no nos han quedado más que unos tristes fragmentos sueltos que solo nos sirven de tormento al tratar de descifrar su contenido. Por ejemplo, se sabe que  el astrónomo Aristarco de Samos legó a la biblioteca sus cálculos hechos para descubrir la redondez y el ángulo de inclinación que la Tierra sobre su propio eje, pero. También, se sabe que el mismo Aristarco calculó la masa del sol y aseguró, de manera supuestamente errónea, que la masa del sol era superior a la masa terrestre y a la masa lunar. Pero, en la actualidad, sobre ese trabajo queda un solo fragmento y es imposible determinar si Aristarco erró o escribió sus cálculos acertadamente, lo único que se puede descifrar, es que dichos cálculos fueron traducidos al copto.

Cálculos de Aristarco de Samos.

Sin duda alguna hemos avanzado en el conocimiento científico durante los tiempos actuales y estoy seguro de que las generaciones futuras podrán hacerlo también, pero tenemos lagunas irreparables en nuestros conocimientos históricos. Tan solo imaginemos cuántos misterios del pasado podríamos resolver con tan solo tener una credencial de esa biblioteca, entregarla a Calímaco,  a Zenódoto de Éfeso, a Aristarco de Samotracia  o a cualquiera de los bibliotecarios que tuvo en su historia y sentarnos a leer esos libros.

Pero entendamos entonces que La Biblioteca de Alejandría fue la cuna del heliocentrismo, el lugar donde se comenzó a ordenar, de manera sistemática, el conocimiento científico y también el lugar donde los primeros heliocentristas sentaron las bases del modelo de sistema solar que tenemos en la actualidad y lo hicieron antes de que sus respectivas civilizaciones se desmoronasen por completo. Tras la destrucción de la biblioteca vino el crecimiento del cristianismo que propició la Caída del Imperio Romano; tras esto, inició la Edad Media y con ella el Oscurantismo. No fue sino hasta el siglo XV de nuestra era, que Europa despertó de ese letargo y se comenzaron a redescubrir algunas obra sobrevivientes a la destrucción de la biblioteca, cuyos conceptos ayudaron a forjar lo que en la actualidad llamamos Renacimiento.

Pero no todo es perfecto en el mundo, ni tampoco es perfecto dentro de la Biblioteca de Alejandría y así lo demuestra la gran polémica y la critica que surgió ahí, entre uno de los bibliotecarios y uno de tantos filósofos cuyo material se podía consultar y estudiar en Alejandría: Aristóteles.

Estampillas mexicanas que conmemoran los 2300 años de la muerte de Aristóteles

En el año 236 a.C.  Ptolomeo III llamó a Eratóstenes para que se hiciera cargo de la biblioteca de Alejandría. Para entonces,  Aristóteles había dicho que la humanidad estaba dividida entre griegos y el resto del mundo, a quienes llamó Barbaros y además dijo que los griegos debían mantener su raza pura y también enseñó que era propio de los griegos esclavizar a otros pueblos. Eratóstenes criticó duramente a Aristóteles por su chovinismo, pues él creía que en todo el mundo antiguo había cosas buenas y malas.

Lo conquistadores griegos inventaron en la imagen de Alejandro Magno, un nuevo dios para los egipcios, pero, ese dios era marcadamente griego, según Eratóstenes. El bibliotecario tenía razón, Alejandro fue pintado en un mural de la biblioteca, usando ropajes propios de los faraones egipcios, como parte de un esfuerzo por congraciarse con el pueblo egipcio que habitaba Alejandría en aquel entonces, pero Eratóstenes sabía muy bien que los griegos estaban muy seguros de su superioridad y, ocasionalmente, protestó contra esa realidad.

Las protestas ocasionales de Eratóstenes,  no significaron una amenaza para los prejuicios prevalecientes en la época, su mundo y sus ideas eran tan imperfectas como las nuestras. Pero Los Ptoloméos, es decir, los reyes que habían seguido a Alejandro Magno tenían la virtud de apoyar el avance cultural y científico. Solían poner en duda las ideas populares imperantes en cada determinado momento y algunas de ellas eran descartadas por completo.

Se proponían, dentro de la biblioteca, ideas que pudiesen estar más acordes con la realidad. Eran propuestas imaginativas sometidas a debates vigorosos y expuestas en síntesis brillantes que, de no ser descartadas, eran comúnmente plasmadas en rollos de papiro que posteriormente serían acomodados en estanterías de madera, tras su catalogación.

La ciencia, entonces, maduró en Alejandría, mediante el pirronismo y el orden de la información que la propia ciencia arrojaba. Ptolomeos y bibliotecarios designados por estos mismos apoyaban la iniciativa de condenar a muerte a todo aquel que osase destruir rollos, maltratarlos o hacer cualquier acción que atentase contra la infraestructura de la biblioteca. Una falta de respeto a la biblioteca, era una falta de respeto a la humanidad y quien no respetase a la humanidad debía morir.  

Otra de las materias estudiadas en la Biblioteca de Alejandría, por pertenecer al mismo universo era la medicina. Pues, se dice que la biblioteca rivalizó en muchas formas y sentidos con la biblioteca de Pergamo, Turquía,  que fue creada después que la de Alejandría. Pero hubo un griego nacido en Pergamo que estudió, hizo observaciones y legó grandes conocimientos médicos al acervo de la biblioteca de Alejandría: Galeno.

Galeno

Claudio Galeno Nicon de Pérgamo o simplemente Galeno nació en Pérgamo hacia el año 129 d.C. inició sus estudios ahí mismo y pronto se vio atraído por estudiar en el Asclepéion, pues sentía que su vocación era sanar a los enfermos. Sin embargo, años más tarde, esos estudios los concluyó en Alejandría o tal vez, en uno de los diez laboratorios de observación que tenía la biblioteca.

Sus tratados sobre anatomía y diversos tratamientos se basaron en esporádicas observaciones y en los trabajos del padre de la medicina: Hipócrates. Pero esos trabajos, no eran más que ensayos que fundamentaron las bases de la anatomía humana que sería estudiada formalmente durante la Ilustración. Además, así como Hipocrates es considerado el padre de la medicina, Galeno es considerado el padre de la anatomía y de muchas otras ciencias como la antropología y lo que alguna vez fue una ciencia: la frenología, pues gracias a él se conocen las formas correctas sobre el estudio del cuerpo humano y sus proporciones.   

Hipócrates

Pero, la biblioteca de Alejandría  no solo almacenó conocimiento ni descubrimiento, también se podía encontrar entre su acervo, muy respetables trabajos que resultaron ser producto del ingenio y creatividad humanos. Tal es el caso de los inventos de Herón de Alejandría, de quien se puede decir que fue el inventor de los robots

Al caminar por la biblioteca, uno se podía topar con fieles reproducciones de los inventos de Herón, como el primer odómetro de la historia o inclusive, verse en la necesidad de abrir una de sus puertas automáticas. Pero también, uno podía consultar sus planos, leer su Μηχανική (trad. Mecánica) sus tratados sobre cómo hacer un tren de engranaje o romperse la cabeza tratando de sacar el área de un triángulo con la fórmula cuya invención se le atribuye.

Pero en la actualidad, además de la mencionada fórmula matemática, y de su Mecánica, no existe más que algunos fragmentos de su gran obra y es tan escaso, que incluso hace dudar sobre la existencia del inventor, ingeniero y matemático helenista, de quien se sabe que vivió entre el 10 y el 70 d.C. Solo podemos imaginar con mucho esfuerzo, el bien que podía habernos hecho el comprender el funcionamiento de esos inventos y el no haber tenido que gozar tan tarde de su practicidad.

Mientras nosotros estuviésemos rompiéndonos la cabeza con la fórmula de Herón, fuera de la biblioteca, Alejandría seguiría siendo una ciudad muy grande y crecería aún más. Porque, mientras se vivía una especie de clímax de la biblioteca, las costas alejandrinas se verían invadidas por comerciantes, eruditos y turistas que transformarían a Alejandría en una ciudad cosmopolita.

Cosmopolita, para los alejandrinos, significaba ser parte de un cosmos, es decir, que un alejandrino, según la visión que Eratóstenes compartía con Alejandro Magno, se sentía parte de un cosmos. Eso da a entender que en la biblioteca de Alejandría se encontraban las semillas del mundo moderno, la pregunta sería porqué nunca florecieron en su momento, sino hasta después.

Porqué el mundo occidental tuvo que aletargarse en el oscurantismo, hasta la llegada de Copérnico y sus contemporáneos, quienes redescubrieron el trabajo de otros eruditos. No es posible dar una respuesta simple, pero sí se puede decir que no existe ningún registro histórico o referencia filosófica, que señale a alguno de los eruditos que trabajaron en incrementar el acervo de la biblioteca como un retador de un supuesto político económico o religioso de la sociedad que les tocó vivir.     

Como ya dije, la ciencia y el saber estaban privilegiados para unos cuantos, pero no en Alejandría, donde había una biblioteca pública. El problema fue que la cosmopolita ciudad no estaba interesada en el saber.  Realmente, a los alejandrinos y a los gobernantes extranjeros, el conocimiento les resultaba algo poco redituable o prácticamente iredituable y la ciencia no formaba parte de sus vidas.

Los conocimientos eran tergiversados, mientras los inventos como los de Herón, solo eran utilizados para perfeccionar el belicismo, reforzar la superstición y entretener a los reyes. Como si nadie alcanzase a comprender el enorme potencial de las máquinas, para aligerar el trabajo duro. La ciencia, al parecer, nunca logró captar el sentir de la multitud, no había cabida para el pesimismo, el estancamiento, ni la más abyecta entrega al misticismo.    

Tornillo de Arquímedes

Finalmente, cuando una turba de desconocidos llegó a prenderle fuego a la biblioteca, nadie pudo hacer nada. Pero el final de la biblioteca es más un decaimiento que un final, es decir es un declive que vale la pena explicar poco a poco y paso a paso, porque intervienen varios factores como el cáncer del mundo antiguo que fue la esclavitud y el crecimiento del cristianismo, acompañado de fanatismo y un irracional desprecio a la ciencia.

El último científico que trabajó en la biblioteca de Alejandría fue la mencionada Hipatia y cuando empezó a hacerlo, Alejandría había caído bajo el dominio del Imperio Romano. Pasó de ser una ciudad cosmopolita, a ser una ciudad en grave conflicto, pues con los romanos se fortaleció la esclavitud que había robado la vitalidad del mundo antiguo.

El cristianismo intentaba consolidar su poder, mediante la erradicación de lo que los primeros cristianos llamaban cultura pagana y la ciencia era confundida con el paganismo. Por eso es que el cristianismo es uno de los sospechosos de haber destruido la biblioteca, otro es el Imperio Romano, pero la lista continúa con Ciro el grande; acérrimo enemigo de Hipatia, también con el general Marco Antonio; a quien Zoroastro señaló como culpable y nunca le perdonó  tal destrucción.

Detalle de Zoroastro en La Escuela de Atenas de Rafael Sanzio

La gloria de la Biblioteca de Alejandría, por más que el gobierno egipcio o Amazon© traten de revivirla, no es más que un recuerdo, ya no existe y posiblemente no vuelva a existir. De aquello, solo sobrevive el sótano visto en la estampilla del principio, pero la biblioteca, como tal, desapareció, lo cual fue como si toda una civilización se hubiese hecho una especie de cirugía radical del cerebro, de modo de que sus recuerdos, conocimientos y pasiones fuesen extirpados y eliminados radicalmente.

La pérdida es incalculable, en algunos casos, solo se conocen los títulos de libros que fueron destrozados, pero en la mayoría de los casos no sabemos ni los títulos, ni los autores. Ahora bien, de los autores conocidos, por ejemplo, tenemos a Sófocles, de quien la biblioteca llegó a albergar hasta 600 obras, pero en la actualidad, solo se conocen siete, entre las cuales está Edipo rey.

Lo mismo ocurrió con las obras de Esquilo, Demóstenes, Eurípides y Aristocles y eso equivaldría en nuestra época a la posibilidad de que las obras El Rey Lehar y Hamlet fuesen el único legado de un señor llamado William Shakespeare y que solo se conociese como un rumor el hecho de que escribió muchas más obras como Sueño de una noche de verano, Romeo y Julieta, Macbeth, Otelo, el Mercader de Venecia etc.        

Esquilo

La historia esta llena de hombres y mujeres que por miedo, ignorancia o ansias de poder, destruyeron tesoros de inconmensurable valor que realmente nos pertenecen, no debemos permitir que esto vuelva a ocurrir.

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